miércoles, 27 de julio de 2016

Cuentas

¿Cuánto pesa cada gran sociedad?, se pregunta un historiador francés observando la conquista de América, y echa cuentas. Los seres humanos son el recurso más escaso, dice, y al guiarse por su cantidad encuentra que el Nuevo Mundo no debe considerarse en absoluto atrasado. 
Los cálculos resultan muy difíciles entre culturas que desaparecieron o mermaron extraordinariamente, como las americanas, y se prestan a toda clase de juegos significativos. 
Un personero cultural del régimen mexicano con desfachatez reduce a dos millones o menos la población de nuestras tierra entonces, e investigadores estadounidenses la estiman en veinticinco tan sólo para el área mesoamericana central. Así el primero deduciría que cien años después de la conquista apenas habría descendido, pues suma millón y cuarto, y los segundos dicen atestiguar un auténtico holocausto que certificarían quienes estudian el periodo con otros criterios. 
En Red de agujeros, nietos, nada me interesa tanto como la reconstrucción de las identidades indígenas iniciada recién El cielo se cayó a pedazos
¿Cómo sacamos partido para este cuaderno del trabajo que hizo el historiador? 
En Mesoamérica la antigua civilización perduró parcial, sustantivamente, sin importar cuánto tuvo que esconderse, como se puede apreciar en mil cosas, empezando por sus hombres y mujeres, sólidos reservorios de un dinamismo ancestral contenido sobre todo en las y los más llanos, terca voluntad que sobrevivió a consecutivas castas dirigentes, a la manera de cualquier otro pueblo. 
Las Antillas, por lo contrario, perdieron cuanto hubo en ellas y que tampoco era una bagatela. Un delicado equilibrio permitió a los tahinos o arahuacos, según los mal nombramos, sostenerse gracias a la batata, la cuidadosa selección de plantas silvestres y la piscicultura. Seis millones estiman para su isla mayor y cuatro para Cuba. 
Eso requería pequeñas cuotas de trabajo, que luego volverían mortales las faenas impuestas por los conquistadores, dice el historiador francés.
Todo lo pesa este gran tipo y a punta de mediciones deduce porqué fue la cristiandad latina quien conquistó los océanos. ¿No estaba en condiciones, digamos, el Islam?
Prometí paseos y no discursos, nietos, y mírenme. Va a cambio el inicio de una maravillosa, pequeña novela:
Yo, pobre goliardo, clérigo miserable errabundo por los bosques y los caminos para mendigar, en nombre de Nuestro Señor, mi pan cotidiano, vi un espectáculo piadoso, y oí las palabras de los niñitos. Sé que mi vida no es muy santa, y que he cedido a las tentaciones bajo los tilos del camino. Los hermanos que me dan vino bien se dan cuenta de que estoy poco acostumbrado a beber. Pero no pertenezco a la secta de los que mutilan. Hay mentecatos que les sacan los ojos a los pequeñuelos, les cortan las piernas y les atan las manos, con el objeto de exhibirlos y de implorar la caridad.
...todos estos niños no tenían nombres (...) Llenaban el camino como un enjambre de abejas blancas. No sé de dónde venían. Eran pequeños peregrinos. Llevaban la cruz a la
espalda; y todas estas cruces eran de innumerables colores (...) Son niños salvajes e ignorantes. Vagan no sé hacia donde. Tienen fe en Jerusalén (...) no llegarán..."(1)
Era la cuarta gran Cruzada que los cristianos latinos emprendían contra Tierra Santa por sacros motivos que regían intereses muy mundanos. ¿Por qué vinimos a dar al año 1200? Lo mío son los pretextos, saben bien ustedes, y como también aquí cualquier camino conduce a Roma, busco a la banda de criminales relacionados con el todo lo sólido se desvanece en el aire. Caballeros Templarios, se llaman, y la novela acaba de observar cuánta sangre hay bajos sus pies. Olvidé si el cuaderno habla ya de ellos. Eran conocidos también como Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo Salomón. El fraile que vimos seguro no los incluye entre quienes obligan a mendigar a los niños, por una sencilla razón: eran riquísimos. Religiosos regulares, estaban militarizados. Libraban a algunos de tareas guerreras para especializarlos en el primer sistema financiero moderno, ¿adelantándose a su época o prefigurando una nueva? 
Nada se les comparaba en poder económico o bélico. Una de sus prácticas llegaría al Cuarto Continente, en forma de encomienda de indígenas para usufructuar su trabajo y cuanto se quisiera. Otra sostendría la obra indiana subvencionándola.    


  

1. Marcel Schwob. La cruzada de los niños.